lunes, agosto 15, 2005

Tour Salvaje por La Reina del Plata - Chapter Two

Jamás pensé que iba a quedar maravillado por un bagre.

No se, será el hecho de ver todo con ojos de extranjero, el clima interno de soledad que tenía yo esa quincena en Baires, que se yo. Lo que sé es que me impactó su movimiento, esos colores, esa figura... era un bagre sin lugar a dudas...

Antes que me salten encima las Defensoras Feministas de Siempre, debo aclara que no estoy hablando de ninguna señorita poco agraciada, bigotuda, con menos cintura que botella de Seven Up, que me hubiera volado la cabeza en esos días. Estoy siendo totalmente explícito y literal. Un bagre. Hasta le saqué fotos y todo:



A mi siempre me gustó ir al Zoológico. No sé si será una cosa de hijo de padres separados, uno de los tantos cuya visita dominguera era ir a ver animales enjaulados que la pasaban peor que uno, pero la cosa es que me gusta desde siempre ir a conocer los zoológicos de las ciudades que visito, y al de Buenos Aires hacia rato que no iba. Por eso, aquel domingo fui, luego de una visita fugaz por San Telmo.

Está bastante renovado desde la última vez que lo visité. Hay vidrios que separan a la gente de algunos bichos, hay como unos toboganes para darle de comer a bufalos, bisontes, cebras, llamas, etc, y no que te coman de la mano, y le podes dar de comer la comida marca Zoo que venden ahi (antes recuerdo unas galletitas que uno podia probar, ahora es como una mezcla de bosta y yuyo empastillada apta para rumiantes). A los primates grandes me sigue dando lástima verlos encerrados, como al oso polar o a los tigres blancos, pero bueh.

La cosa es que habian abierto desde no se hace cuanto tiempo unos sectores nuevos: el Serpentario, la zona de los Dinosaurios, y el Acuario. Cuando entré al Acuario (en el que a la entrada se aclara Peces Nacionales, mi sorpresa fue grande cuando vi a esos peces de río, de mi viejo conocido Paraná, nadando en grandes peceras con el mismo derecho que los acostumbrados pececitos de colores tropicales. Y allí habían pacúes, dorados, surubíes... y ese bagre. Un bagre de casi metro y medio, de cola roja, con sus bigototes en movimiento. Nunca había visto nadar a un bagre. Y está buenísimo.

Pensé que era una real cagada (perdón mi francés) que el Acuario de Rosario esté tan desaprovechado, tan oculto, tan poco explotado. Pasé más de 15 minutos mirando esos grandes peces de río embelesado, quizás boquiabierto como en aquel chiste gallego de "mente fuerte domina a mente débil".

Más anécdotas dentro de un rato.
lo dijo el Sr Coso a las 9:35 p. m.
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